domingo, 21 de septiembre de 2008

¡ ARDE BUENOS AIRES !

El interés público retorna a las calles porteñas

Tras el espejismo neoliberal, la ciudad comienza a movilizarse. Por ejemplo, los estudiantes secundarios encabezaron algunas de las más nutridas protestas contra el gobierno de Mauricio Macri.

Aquel día de la campaña electoral, cuando hizo poner una planchada de madera sobre la mugre para no ensuciarse los zapatos y posar para la foto junto a una nena de la villa miseria, Mauricio Macri no recordaba que es "desde el hondo bajo fondo donde el barro se subleva". El miércoles pasado lo recordó.

De repente, todas las diferencias políticas fueron pocas para impedir la movilización. Kirchneristas, antikirchneristas y no kirchneristas, organizaciones barriales, estudiantes secundarios, docentes, estatales, madres contra el paco, intelectuales de Carta Abierta y una larga lista que superaba el centenar de entidades de base y fuerzas políticas, se dieron cita frente a la sede del gobierno de la Ciudad.

Algunos movileros, avezados en la ingrata tarea de contabilizar el número de participantes en las marchas, coincidieron en sumar unas veinte mil personas. Otros, con perspicacia, destacaron la coincidente ausencia de los macristas y de los sempiternos apóstoles del "todo es lo mismo, Macri o quien sea". En cualquier caso, la consigna Arde Buenos Aires puso en evidencia que, después de mucho tiempo, el interés público había vuelto a las calles y, a estar por la masividad de la convocatoria, dispuesto a quedarse allí por lo que resta del mandato del jefe de gobierno.

Es que a diferencia de las movilizaciones agromediáticas, esta otra no empezaba en el afán corporativo, ni se sustentaba en el poder de los grandes intereses empresarios. Todo el mundo sabe que hay escuelas que se caen a pedazos, aunque no todo el mundo pueda mandar a sus hijos a estudiar. Todo el mundo conoce las fabulosas especulaciones inmobiliarias con los terrenos y edificios fiscales, aunque no todo el mundo pueda entrar en la mordida y, menos aún, pagar los alquileres que se disparan. Todo el mundo lo ve. Los hospitales atiborrados de pacientes procurando turnos y la falta de insumos críticos para la atención de la salud; los pibes durmiendo en las veredas y el recorte de las becas de estudio para los más pobres, la proliferación de impunes vendedores de paco en las barriadas humildes y de impunes vendedores de drogas duras en las más acomodadas; el hacinamiento en las viviendas indignas de la zona sur, y sus aguas pestilentes, y sus montañas de basura, y sus habitantes siempre sospechados de delinquir y, por supuesto, el reclamo perenne de mano dura, para que nadie escape o, mejor, para invisibilizarlos detrás de las rejas, para ocultar la miseria con la prisión.

No está bueno Buenos Aires. No está bueno que la ciudad más rica del país sea la más inequitativa, la menos habitable, la más cerrada, la menos solidaria. No está bueno que lo que debieran ser políticas públicas sean pura gestión empresarial, fría eficiencia de recortes presupuestarios en aras de una rentabilidad imposible. No está bueno que el ministro de educación mande confeccionar listas represivas con los nombres de los pibes que exigen las becas. No está bueno que se privatice el sistema de facturación de los hospitales públicos (de los que queden, porque los otros se convertirán en nuevos Puerto Madero). No está bueno que Mauricio Macri confunda su derecho a elegir a Alvaro Uribe, el presidente de Colombia, como el modelo de estadista, con su obligación mínima y elemental de velar por el bien común.

Y esta es la cuestión central. Mauricio Macri confunde el interés privado con el interés público porque supone que puede dirigir al Estado como si dirigiera una de las empresas de su familia. Este Silvio Berlusconi porteño pareciera no entender que el mundo que él admira y pretende emular, ahora, exactamente ahora, cae en picada en las bolsas de valores de todo el planeta mientras el gobierno de George Bush estatiza a las aseguradoras y grandes bancos en quiebra.

Macri ya no puede garantizarles a sus votantes que todo será mejor porque, a poco de andar, todo está yendo peor. Por eso es que el ciudadano común y de a pie percibe que lo público no se reduce a la mesa de entradas de una repartición ni a la buena o mala atención de un empleado municipal, sino que lo público es lo que le compete, lo que lo involucra y condiciona en el mejoramiento o empeoramiento de su calidad de vida.

Es más, la ciudadana común y de a pie entiende que el interés público se encarna en su voluntad de exigirle al Estado de la Ciudad que se haga cargo de todo aquello de lo que éste abjura en nombre de la eficiencia contable.

Arde Buenos Aires porque, después del espejismo neoliberal creado por la oleada de votantes que llevó a Mauricio Macri al gobierno de la Ciudad, una parte de esos electores acaba de descubrir que el elegido sólo lleva agua para su molino, mientras que todos los que no lo votamos acabamos de descubrir que con todos nosotros juntos no puede.

Una vez más, lo público vuelve a las calles porque ahí está su territorio natural, lejos de los conciliábulos y poroteos preelectorales, definitivamente separado de cualquier confusión con el interés corporativo y atento y exigente ante toda morosidad estatal. Lo público comienza a erigirse en la única clave para que haya más democracia y más distribución de la riqueza y la irrestricta defensa y promoción de lo público están llamadas a ser las señales distintivas de los candidatos del pueblo y no de las empresas.

Estaría bueno que el jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires tomara nota de esto pero, si no fuese así, que al menos quienes el año próximo se propongan para disputar cargos electivos no olviden también que, aunque le pongan planchada de madera arriba, el barro se subleva. [Diario El Argentino, nota original Diario Miradas al Sur; autor: Carlos Girotti, Sociólogo UBA-CONICET]


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